No soy lo que veis.
Del otro lado de vuestros ojos
soy un niño y no me pesa la luna
ni los veranos que encogen el otoño,
en la paciencia de la lluvia invento espacios
para seguir amando los rostros que no regresan.
Quizá he muerto tantas veces
que añoro los sentimientos sin reflejo.
Donde nace el silencio crecen mis orillas,
allí se me desatan los ríos
y las piedras, aún calientes por el parto,
me cantan que soy un niño y no me pesa la luna.
Del otro lado de vuestros ojos
os abrazaré con mis palabras
que no serán versos hasta la noche
cuando los mares se imaginan y son más hermosos,
os abrazaré la arruga de esa frente contraída
por ahuyentar el cuerpo que no se recuerda.
Ahora, cerrad los ojos y miradme,
no soy lo que veis.
Qué injusta la mirada ciega que juzga.
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